Schipani en verso (sólo sonetos):


                   XVII

“Ahora que eres más que hojas secretas
mil veces muertas solas en el viento,
requiero del fracaso y del intento
que vuelvas en las sombras más escuetas.

Ni búsquedas, ni sendas, ni más metas
me quedan que el alegre descontento
de ser para esperar penoso y lento
retornos que en silencios acometas.

Es todo, es el pasado, alguna casa
que tiene tu andariega sombra viva
y en ella arma su historia con despojos.

Es nada, es el presente que me pasa
sin ti, sin esa voz que me reciba

hablando de tu alma con tus ojos.”




                  XVI

“Azul gira el silencio y determina
la cruz de tus espacios, la acechanza
deseada hasta el dolor, la oculta danza
que es tu quietud de sombra femenina.

En ti comienza el mundo, en ti termina,
por ti luce la noche una esperanza.
No importa si no es mía o si no alcanza,
es esperanza tuya y azulina.

Después podrá la noche ahogar futuros,
hacer de lluvias, lágrimas obscuras
y vientos de caricias como nada,

que yo resistiré batiendo muros,
restando a las distancias, ataduras,
soñando que tu ausencia no es soñada.”




                               XV

La lluvia sobre el mar, ese andamiaje
de acuáticas grisuras solidarias
se expande en su esplendor, renace en varias
tristezas que en el alma hacen anclaje.

El agua se agudiza en su ropaje
de fría soledad y extraordinarias
palabras habla en cifras marinarias.
La lluvia sobre el mar es el mensaje.

No existe otro prodigio de vocablos
más arduo en su grandeza y más rotundo
que el látigo del cielo en las espumas.

La voces de los hombres son venablos
inútiles y obscuros, sólo brumas
disueltas por el mar frío y profundo.”




                  XIV

“Hay almas renacidas por el fuego
del aire de tu boca sigilosa,
fantasmas son, hermanos de la rosa,
heraldos de tu nombre, desde luego.

Hay almas, hay fervores hay un juego
de estrépito silente en tu asombrosa
sonoridad impredeciblemente acuosa
que crea este profundo cielo ciego.

Silencios o susurros o existencias
que inicias desde el aire respirado
como un alma mil veces duplicada

se van de ti a la vida como esencias
sin ver en su heroísmo desbocado
que lejos de tu boca no son nada.”





                  XIII


“...Y todo fue el cabello desprendido
en un breve escozor y en un revuelo
rozando las orillas del anhelo
en una intimación con lo perdido.

La escasa prontitud del aire herido
no quiso no tocar un poco el velo
de aquel transparentarse que un recelo
del más allá dejó en tu pelo hundido.

Diatriba de los ángeles dormida
te he visto tan callada hasta mirarte
como una aparición desprevenida.

La luz que te creó va a descrearte,
no importa, ya he soñado aquí tu vida,
lo bello de vivir fue recordarte.”





                         XII


“Tu nombre era mi dios, y las mañanas,
un íntimo epitafio a la tristeza.
Vivías en mi mundo y la grandeza
del mundo era sentir tu voz cercana.

Tu nombre o esa clave soberana
que fue la necesaria sutileza
del viento, era la única tibieza
de mi alma que hoy se esfuma y deshilvana.

Mi dios era tu nombre, no otra cosa,
la audaz sonoridad con que entreabría
las puertas infinitas de lo amado.

Ahora es la palabra sigilosa
que no debo decir como decía,
un culto ya proscripto, un sol vedado…”



                      

                          XI


“Ocaso que a los cuerpos te sujeta
la ley de la azulísima atadura,
recúbreme la piel de sepultura
y déjala al olvido soñar quieta.

Regálame en tus labios de profeta
enigmas de retorno y la locura
de aquellos entusiasmos que a la altura
hicieron prodigar su fe secreta.

Al fin sítiame el alma con la tuya
que el arte de haber sido está nombrado
con voz clareada el nombre que poseo

y quiero que en tu ser alguien me intuya
presente en un instante en que volando
te esparzas como el viento o el deseo.”



                           X

“Una gota de lluvia es lo que has sido.
Una gota de lluvia que se esfuma,
que se va, que se pierde, que perfuma
los días en que estás aunque has partido.

Una gota de otoño, un mar dolido
y mil veces pequeño, nueva bruma
que es sombra pero es luz y ahora es la suma
de todos los dolores sin olvido.

Una gota de lluvia, una derrota
que a nadie importa mucho, una secreta
derrota para una alma que es la mía.

Una nada de agua, una gota,
un silencio letal, esa indiscreta
pasión tuya de ama en lejanía.”



                              IX



Existe un ánfora, tal vez apócrifa, tal vez no, en la que Ayax y Aquiles juegan a los dados…




Ánfora.


“En la comba moldeada en que dorados
se esfuman bajo el aire, dos fervores
no esperan ya ni sueñan esplendores:
Aquiles y Ayax juegan a los dados.

No temen por el mundo o porque aunados
corrompan de su historia, historiadores,
ni al tiempo que le escurre los colores,
siguiendo su batir despreocupados.

En el Hades dos lánguidas figuras,
y en la tina, dos almas y un esfuerzo,
sin que nada ni nadie los desate.

El resto de ellos es el universo
ajeno ya a los dos que, entre fisuras
por siempre juegan antes del combate”.







                              VIII


“Sin ti será otro ocaso cada ocaso.
Las voces que me das serán reflejos
de un mundo que ha pasado. Estaré lejos
de ti como de mí a cada paso.

Sin ti será la luna, no la luna,
sino algún brillo triste en otra parte
y entonces sí, querrá mirarme aparte,
la muerte sigilosa e importuna.

Los días, los fervores, las miradas
serán fueros de otros, corolarios
de aquellos que te crucen de camino.

Yo iré vivo sin vida, sin horarios,
sin ti, perdido en sombras enlazadas
creando con tu ausencia mi destino.”






                               VII


"¿En qué estirpe de ensueños prevaleces
dadora de miradas estelares,
artífice de efímeros lugares
en los que eterna estás y te enalteces?

¿En qué forjadas luces resplandeces
y en qué fragua de estrellas similares
renaces más espuma que los mares
y más cielo esta vez que otras mil veces?

¿En qué brillante calma? ¿En qué fronteras?
¿En qué escudo de fuego? ¿En qué pasado?
¿En qué página mágica? ¿En qué mapas

podré no verte o no saber que esperas
el día en el que encuentre de mi lado
la senda de la cual ya no te escapas?"

                       VI

"Tenías en silencios celestiales
la quieta devoción de ser durmiente
un poco por coraje impertinente
y un poco por pudores matinales.

Tenías, pero pronto en los umbrales
del mundo, en el ocaso renaciente
te hundiste demostrándote inconsciente
del viento en sus vehemencias otoñales.

No sabes que la sombra está dorada
y amante tiene el alma y tiene el ceño
por una vocación azucenada.

La vaga excelsitud luce su empeño
y vierte hacia tu frente despeinada
un sueño y otro sueño y otro sueño."




                                  V

“Para quedarte vete y no concibas
otro deseo, amor, para quedarte,
para que vivas para siempre, parte,
para que llegue a ti, no me recibas.

Que no me acerque nunca y fugitivas
tus manos sean cuando quieras darte,
que no te tome, amor, para tomarte,
que no nos unan sendas unitivas.

Sepárate de mí y haz que distancia
sea lo que tengamos como lazo
y sea, por nosotros, nuestro abrigo,

que luego se haga fuerte la constancia
de tu separación y podré, acaso
en un segundo, estar siempre contigo.”


                                 IV
La Rosa.

“Diré que fue la rosa una emboscada
del tiempo y la locura que atesora
su esfuerzo por ser fuente que se añora
y viene desde sí y en sí no es nada.

Diré que fue una presa corolada
el aire del crepúsculo en deshora
caído en una trampa redentora
tan roja y tan mortalmente azulada.

Diré y ya no diré sus dos secretos:
que ha sido y porque ha sido sigue siendo,
que tuvo en su interior algo fecundo.

Verá cuando mis labios queden quietos
la vida de la muerte que sonriendo
dirá por fin “la rosa es un segundo.”


                       III

“Alguna vez, amor, seré la luna.
Saldrás a ver la noche y seré ella.
La luna que en la altura vaga sella
su pacto azul con todos sin fortuna.

Alguna vez la luna será una
pequeña luz extraña y ni una estrella
importará después jamás, en ella
seré también la noche clara y bruna.

La luna, amor, la luna, la enramada
tal vez la cubrirá y tal vez te asombre
cómo es que se regresa de la muerte.

Todos los hombres tienen mala suerte,
se mueren una vez. Yo he sido un hombre
y un día seré luna y luego, nada.”


                                II

Las tardes suelen merecer un soneto. Algunas más que otras:

"La tarde, una nube silenciosa;
las horas del pasado, de regreso
y tú, mi colibrí, mi mariposa,
mi flor, mi estirpe cálida, mi beso.

La tarde, una soleada y azarosa
conflagración de paces, un exceso
de tu presencia mágica y acuosa,
mi sueño entre los sueños, mi suceso.

La tarde eterna por la tarde y luego
la vida que me resta, no otra cosa
que un mundo sin tu mundo. Ya obscurece,

se va lo que te trajo, mengua el fuego,
el viento sobre el ala ahora reposa
y todo lo que soy desaparece."


                          I

Te esperaba

"Entre estas tenues sombras te esperaba.
La noche en primavera sonreía
y apenas era noche y no era día
y a todo lo que amaba más lo amaba.

Tal vez no eras dorada, era dorada
la sombra que envolvía tu venida.
A veces, por su luz eras vencida
y aquello lo era todo y no era nada.

Entre estas tenues sombras hoy ajenas,
lejanas para ambos aunque acaso
cercanas e imposibles, de algún modo

te espero para gloria de las penas
soñando que algún paso sea tu paso
creyendo que no todo ha sido todo."